4.600 perdices cazadas por el Caudillo
Cincuenta y cinco años más tarde, el escritor Andrés Trapiello encontró las imágenes inéditas del evento, del fotógrafo Eduardo Matos.
"La caza empezó en tiempos inmemoriales siendo privilegio de reyes, señores y caballeros. Lo que separaba a los ricos de los pobres, a los poderosos de los humildes. Símbolo de poder. Cervantes hace que Don Quijote conozca a los personajes más antipáticos de su libro, los duques, estando estos cazando con halcones. Las armas de fuego introdujeron en la guerra, en opinión de Cervantes, y en la caza, algo que envilecía. Las circunstancias y sus protagonistas, Franco y su corte, convirtieron esta cacería en un ejercicio de villanos, con su toque megalómano y esperpéntico.
Hay infinitas maneras de contar una historia, pero para esta solo se le ocurren a uno dos y media: empezando por el principio, empezando por el final y, la media, empezando por la mitad.
La primera arranca una fría mañana de octubre de 1959, y la otra, una fría mañana en el Rastro madrileño de hace unas semanas; la media, de hace cuatro o cinco años, empezaría con una portada del periódico El Mundo.
Seguramente lo más natural en este caso sea empezar por el final.
Va uno al Rastro buscando aquello que Walter Benjamin definió como las rebabas de la historia, hechos y deshechos, objetos, obras, papeles que quedaron a trasmano, rotos o abandonados, y que acaso por ello, por haberse mantenido a salvo de la sobreexposición, muestran más claramente que otros la verdadera naturaleza de lo sucedido. Si como decía Benjamin la cultura está constituida por documentos de barbarie, no hay nada, por pequeño que parezca, que no sea la prueba de un crimen.
Estas fotos aparecieron en noviembre pasado en un montón, entre otras 100 o 200 de escaso interés, procedente cada una quién sabe de dónde. En todo caso, salvadas de casualidad.
En el Rastro todo es azaroso y se dirime en segundos. La gente ve algo y sabe, sobre todo a primera hora, cuando aquello está lleno de anticuarios, coleccionistas, ganguistas, frikis, revendedores, que ha de decidir muy rápido. Son verdaderos instantes decisivos, en los que quien vende y quien compra, vende y compra a menudo a ciegas, por instinto, sin conocer el valor exacto de las cosas. Es falso que los que venden en el Rastro sepan latín, pero también es falso que lo sepan quienes compran. El instinto, no obstante, tiene su lengua propia y habla por impulsos y en voz baja. Es lo que se conoce como "corazonada". Una corazonada le dijo a uno que aquellas fotos eran "algo".
Al llegar a casa, Internet hizo su trabajo: "Cacerías. Franco". Una de las primeras entradas llevaba a "El día que Franco mató 4.601 perdices", un artículo que firmó Jaime Peñafiel en 2010. Apoyaba a cinco columnas en la portada de El Mundo la gran exclusiva: una foto "inédita" en la que se ve a Franco orondo y rodeado de perdices y del tamaño él mismo de una perdiz. Tiempo después, Periodista Digital echaba por tierra la exclusiva: la foto se había publicado 12 años antes en el libro, ya agotado, que la Diputación de Ciudad Real había dedicado a su autor, el fotógrafo Eduardo Matos.
Matos, 1904-1995. Le retrató el gran Bagaría; perdió un ojo antes de la guerra, lo que no le impidió ser fotógrafo, y de haberse quedado en Barcelona el 18 de julio de 1936, hubiera perdido la vida: a su padre lo asesinaron un día después. Buscó una ciudad donde no le conociera nadie. No están claras las razones de su elección, Ciudad Real, ni cómo él, un hombre conservador y muy religioso, logró sobrevivir allí durante la guerra y sortear después las depuraciones. Pero lo cierto es que ya en la posguerra acabó haciéndose una reputación y contó con el respeto de las fuerzas vivas.
Los autores del libro, José González Ortiz y José López de la Franca, cuentan la historia de las cuatro fotos que reproducen en él, entre las que no están muchas de las del Rastro. Tampoco la más importante, que se publica ahora: "18 de octubre de 1959. Una mañana temprano, Matos recibió la llamada de teléfono del gobernador civil Utrera Molina: 'Señor Matos, dentro de una hora y media pasará a recogerlo un coche oficial del parque móvil y le llevará a un lugar para que usted haga unas fotos de Su Excelencia el Jefe del Estado. Vaya preparado y guarde discreción absoluta'. Una hora y media más tarde, un vehículo lo recoge de su casa y lo conduce hasta el término municipal de Santa Cruz de Mudela, en la Encomienda de Mudela (Ciudad Real), donde Franco estaba llevando a cabo una de la mayores cacerías de su vida y deseaba tener recuerdo gráfico de las 4.608 perdices (al parecer todo un récord) que habían abatido. Matos fue ayudado a subir a una escalera desde donde dominar toda la escena; el Caudillo, al verlo, bromeó con él, diciendo: '¡Como se caiga el fotógrafo y se mate, lo tendremos que poner entre las perdices!'.
Matos, que declinó la posibilidad de saludar a Franco, regresó a Ciudad Real en el coche del gobernador, acompañado de dos policías y dos motoristas. En el laboratorio de su casa positivó el trabajo en presencia de los citados policías; de los positivos que le requisaron hizo dos copias, una para la Casa Civil de Franco y otra para él, siendo advertido que sus fotografías no podían salir del país ni publicarse en ningún medio. Aquellos negativos fueron posteriormente recuperados por Matos en 1983, en el Ministerio del Interior, donde se conservaban".
La versión que cuenta Peñafiel es sustancialmente la misma (aunque sin el comentario de Franco y añadiendo que Matos recuperó las fotos a través de Tierno Galván, en 1986, y alguna consideración sobre la patología venatoria de Franco), con la lista de los que se hallaron presentes en aquella cacería. Cita al teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo, jefe de su Casa Militar: "La parte más débil de Franco resultó ser su desmedida afición a la caza. Se le adulaba por esto y se le facilitaba satisfacer su afición". La escopeta nacional, de Berlanga, da cuenta del rito: tráfico de influencias, informaciones privilegiadas, negocios, negociazos y chanchullos... Los santos inocentes, de Delibes, lo hace del fondo miserable del señorito cazador. Y la lista de Santa Cruz de Mudela: José Utrera Molina; Aurelio Segovia Mora-Figueroa; José Ramón Mora Figueroa; José María Sanchiz Sancho; Fernando Finat, marqués de las Almenas; Dolores Sainz Aguirre, señora de Aznar; Cristóbal Martínez Bordiú y Carmen Franco, marqueses de Villaverde; Carmen Polo; Franco; Mateo Sánchez; conde de Caralt; Fernando Terry; Cirilo Cánovas, ministro de Agricultura, y señora de Cánovas; conde de Teba; Fernando Fuertes de Villavicencio, y Vicente Gil, médico de Franco.
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