En el estudio se indica que los fondos para conservar la biodiversidad mundial tendrán que aumentar si los gobiernos quieren cumplir con sus obligaciones de conservación para el 2020. De esta forma, para reducir el riesgo de extinción de todas las especies bajo amenaza habría que invertir unos 4.670 millones de dólares cada año. Si se establecen y mantienen áreas protegidas, la cifra se elevaría hasta los 76.100 millones de dólares anuales.
No hay proyectos relacionados con la conservación de las especies cinegéticas, a pesar de su condición de presas naturales de muchas de las especies en peligro
Los participantes en la Convención sobre Diversidad Biológica estuvieron de acuerdo en cuanto a las metas estratégicas de conservación que habría que alcanzar para el 2020; sin embargo, ha habido poca información sobre cuánto costaría alcanzar estas metas. Los investigadores esperan que esta información, estimada a partir de datos recogidos para especies de aves bajo riesgo de extinción, ayuden a los gobiernos a diseñar un plan financiero para alcanzar sus metas de 2020.
Sin embargo, la situación económica mundial no ayuda mucho. En el caso español, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente ha destinado en 2012 sólo unos 900.000 euros para impulsar proyectos y actividades que fomenten la biodiversidad, el desarrollo sostenible y la lucha contra el cambio climático, en el marco de la primera resolución de la convocatoria de concesión de ayudas de la Fundación Biodiversidad.
Según el Ministerio, las acciones beneficiarias de las ayudas han sido aquellos proyectos y actividades que se integran en las Líneas y Programas de Actuación del Plan de Estratégico del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad 2011-2017. Un total 22 proyectos seleccionados en primera convocatoria de más de 750 presentados. Los proyectos aprobados inicialmente se centran en la protección de especies como el oso pardo cantábrico, el alcaudón chico, el topillo de cabrera o la cerceta pardilla. También se han aprobado iniciativas para incidir en distintos tipos de ecosistemas, incluidos bosques y humedales, así como para estudiar la valoración económica de los servicios que prestan los ecosistemas.
Otros proyectos que se impulsarán se centran en la reducción de emisiones para luchar contra el cambio climático, así como en el cálculo de la huella de carbono o en actuaciones vinculadas a sectores específicos como el residencial o la acuicultura. Por lo que conocemos, ningún proyecto relacionado con la conservación de las especies cinegéticas, cuando en su condición de presas naturales de muchas de las especies en peligro, con el fomento de las primeras se conseguiría la conservación de las segundas. Está muy bien hablar de pérdida de calidad de los hábitats, de prácticas agrícolas incompatibles, aprovechamientos cinegéticos inadecuados y otro largo etcétera de motivos, pero llegó el momento de actuar. De no ser así, nos tendremos que ir acostumbrando a situaciones como la vivida en la temporada 2012/2013, una de las que ha registrado una menor abundancia de especies de caza menor en las últimas décadas.
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